Hace mucho tiempo había un señor con mucho dinero, muy rico,
que vivía cerca del desierto. Tenía casas y mansiones pero todas estaban por el
desierto. Después de haber hecho tanto dinero, un día dijo que quería algo
nuevo. Y empezó a buscar algo diferente, un nuevo estilo de vida. Entonces comenzó
a viajar, a ver lugares nuevos. Pasó un tiempo y no encontraba lo que quería,
hasta que un día llego a un campo muy hermoso donde no había casi nada de árboles,
había mucho sol y pasto. Solo había dos árboles que eran muy peculiares. Eran
muy altos. Eran del tamaño prácticamente de edificios.
La diferencia de estos dos árboles a pesar de estar juntos
y ser igual de altos es que uno era muy grueso, frondoso, muy verdoso, donde no
pasaba ni la luz, ni el viento, ni el agua a través de lo que abarcaba ese árbol.
El otro árbol, no obstante, no era frondoso, tenía menos ramas y era un poco más
delgado.
El señor estuvo analizando, estuvo viendo la zona, y dijo que
ese era el lugar perfecto, quería construir ahí su nuevo hogar. Entonces
empieza a hacer sus planes para construir su nueva mansión y un día se percata
de que los dos árboles le están observando mientras tanto. El señor estaba haciendo sus cálculos. Los dos árboles le escuchan decir: ¿dónde quedará
mejor mi casa, en este lado o en el otro? En ese momento, el árbol más delgado
comienza a sentirse mal, ya que se imaginaba que la iba a poner en el lado de
su amigo, porque él no tiene ramas, no le puede proteger de los rayos de sol,
ni de la lluvia, ni del viento, tan bien como lo hacía el otro árbol.